lunes, 24 de noviembre de 2014

El impacto de la invasión islámica en Occidente. Siglo IX. El inicio de la Europa medieval.

Occidente, a lo largo de toda su historia, había recibido su civilización siempre de Oriente a través de los fenicios, los griegos y los romanos. De alguna manera había vivido siempre gracias al Mediterráneo, y ahora, por primera vez, estaba obligado a vivir de sus propios recursos.
Fue en ese momento que el Imperio franco va a sentar las bases de la Europa medieval. Y según el historiador Henri Pirenne, sin el Islam el Imperio Franco nunca hubiese existido, así como Carlomagno resulta inconcebible sin Mahoma.

Carlomagno, al tomar el título de emperador romano y de Augusto creyendo reanudar la tradición antigua romana, en realidad la rompió. El antiguo imperio, reducido a las posesiones de Constantinopla, se convierte en un imperio oriental yuxtapuesto y ajeno al nuevo Imperio de Occidente. Es un imperio esencialmente continental, un estado cerrado en una situación de aislamiento casi completa.

Desde mediados del siglo VII se observa el declive del comercio marsellés a medida que los musulmanes avanzan sobre el Mediterráneo. Sus flotas y flotas de piratas arrasan las costas, saquean e incendian ciudades y capturan a sus habitantes para venderlos como esclavos.
La desvastación en algunos lugares fue tan completa que en muchos lugares llegó incluso a desaparecer la población. El carácter continental del imperio franco era tal que quedó demostrado en su incapacidad para organizar la defensa de sus costas contra los sarracenos como contra los normandos: el imperio no tenía defensa naval ni poseía flotas, o las que tenía eran improvisadas.

El comercio en la época carolingia se reduce a poca cosa. Monopolizado casi exclusivamente por judíos, queda reducido al transporte de toneles de vino o sal, y al tráfico prohibido de esclavos y baratijas.

Una señal clara de la decadencia del comercio está dada por la reforma monetaria

viernes, 14 de noviembre de 2014

El comercio del Mediterráneo hasta finales del siglo VIII - El orden mundial antiguo cae con el Islam

Si se observa al envejecido Imperio Romano, lo primero que uno advierte es su carácter mediterráneo. El mar es, a la vez, la garantía de su unidad política y de su unidad económica. Su existencia depende del dominio que se ejerza sobre él.

Al final el siglo III se percibe una indudable decadencia: la población disminuye y los gastos crecientes del gobierno esclavizan cada vez más los hombres al Estado. Sin embargo, el comercio siguió funcionando con vitalidad seguramente benefficiado también por la reforma monetaria realizada de Constantino basada en el solidus de oro.

De las dos grandes regiones del Imperio, el Oriente y el Occidente, la 1ª aventajaba infinitamente a la 2ª, no sólo en la superioridad de su civilización, sino también por la mucho mayor vitalidad económica.

A partir del siglo IV es en Siria y en Asia Menor donde se concentran las industrias de exportación, especialmente las textiles; cuyo mercado era el propio imperio.

La invasión de germanos, cuados, marcomanos, godos, francos, suevos y vándalos se consolida en Occidente a comienzos del siglo V y sus provincias se transforman en reinos germánicos. Los vándalos se instalan en África, los visigodos en Aquitania y España, los burgundios en el Valle del Ródano, los ostrogodos en Italia.

El objetivo era el mar, el mare nostrum. Pero no para anular el Imperio Romano sino para instalarse allí para disfrutarlo.

En medio de las luchas, de la miseria y la anarquía que acompañaron a las invasiones, la civilización se fue degradando, pero conservando una fisonomía netamente romana.
La mayoría de las ciudades romanas sobrevivieron, y la organización eclesiástica, al no sufrir casi ninguna alteración en la época de las invasiones, conservó su carácter municipal en los nuevos reinos fundados por los conquistadores germánicos.
Sus instituciones municipales no desaparecieron bruscamente, y cada ciudad siguió siendo el mercado de los campos de su alrededor. El comercio entonces siguió funcionando, y éste se explica por la existencia del tráfico mediterráneo.
Así se mantuvo desde el siglo V al VIII: la organización económica del mundo sobrevivió a su fragmentación política.

Ahora bien, el orden mundial que había sobrevivido a las invasiones germánicas no pudo hacerlo a la del Islam, que fue como un cataclismo cósmico.
En vida de Mahoma (571-632) nadie hubiese podido preverlo, pero bastaron poco más de 50 años para que se extendiese desde el Mar de China al Océano Atlántico.
Derriba al Imperio Persa (633-644), le arrebata al Imperio Bizantino Siria (634-636), Egipto (640-642), África (643-708= e irrumpe en España en el año 711.
La irrupción del Islam destruye el mundo antiguo, terminando con la comunidad mediterránea que se agrupaba a su alrededor.
El cluto del profeta sustituye la fe cristiana, el derecho musulmán al derecho romano, la lengua árabe  a la lengua griega y latina. El Mediterráneo, en lugar de unir separa a Oriente de Occidente y se rompe el vínculo que unía el Imperio Bizantino con los reinos germánicos del oeste.

La significación del pueblo hebreo en la misma época de las monarquías mesopotámicas y egipcias

Los hebreos no alcanzaron el grado de perfeccionamiento y racionalización técnica, política y administrativa de las monarquías mesopotámicas y egipcias, sin embargo de todos los pueblos orientales son ellos los que mayor y permanente significación han tenido para el futuro desarrollo histórico universal.

De sus concepciones espirituales surgieron dos religiones universales destinadas a transformarse en fuerzas de la historia universal: el cristianismo y el islamismo. 
Muchas de las ideas y creencias fundamentales de la cultura occidental tienen sus raíces en el pueblo judío:

El monoteísmo
El monoteísmo hebreo  supone la unicidad de Dios, y por lo tanto la repulsa de todo politeísmo y de los dioses nacionales. dios es universal, es el Dios de todos los pueblos y, por lo tanto, en el monoteísmo está implícita la unidad sustanciall del género humano, compatible con que Israel sea "el pueblo elegido". 
Este dios único tiene carácter personal y una configuración análoga a la humana, pues el hombre fue hecho a su imagen y semejanza.
Jahvé es omnipresente y omnipotente pero, al mismo tiempo, bueno y justo, y fuente de todo orden moral.
No es una fuerza de la naturaleza ni una divinidad arbitraria, pues sus castigos (diluvio, destrucción de ciudades, cautividad de pueblos, etc)  no tienen otro objetivo que restaurar el orden moral destruido por el pecado.

A diferencia de otras religiones orientales, no se confunde a dios con los elementos naturales, sino que son dóciles instrumentos a su servicio. Es decir que la naturaleza es un elemento distinto e inferior al hombre.

El pensamiento hebreo distingue claramente a Dios, la naturaleza y el hombre.

El descubrimiento de la historia
El hombre,en cuanto ser libre, está obligado a crear sus propias formas de vida y su propia historia. Y aunque Dios puede enderezar las acciones de los hombres, es a los hombres a quienes les corresponde decidir su destino.
La historia transcurre entre dos puntos precisos: un origen constituido por el pecado del hombre unido al designio divino de salvarlo, y un fin, constituido por el acto simultáneo del juicio final y de la salvación. Todo el período intermedio, la historia y la vida propiamente dicha, no es más que una etapa de preparación y de prueba para el último acto del drama histórico