lunes, 24 de noviembre de 2014

El impacto de la invasión islámica en Occidente. Siglo IX. El inicio de la Europa medieval.

Occidente, a lo largo de toda su historia, había recibido su civilización siempre de Oriente a través de los fenicios, los griegos y los romanos. De alguna manera había vivido siempre gracias al Mediterráneo, y ahora, por primera vez, estaba obligado a vivir de sus propios recursos.
Fue en ese momento que el Imperio franco va a sentar las bases de la Europa medieval. Y según el historiador Henri Pirenne, sin el Islam el Imperio Franco nunca hubiese existido, así como Carlomagno resulta inconcebible sin Mahoma.

Carlomagno, al tomar el título de emperador romano y de Augusto creyendo reanudar la tradición antigua romana, en realidad la rompió. El antiguo imperio, reducido a las posesiones de Constantinopla, se convierte en un imperio oriental yuxtapuesto y ajeno al nuevo Imperio de Occidente. Es un imperio esencialmente continental, un estado cerrado en una situación de aislamiento casi completa.

Desde mediados del siglo VII se observa el declive del comercio marsellés a medida que los musulmanes avanzan sobre el Mediterráneo. Sus flotas y flotas de piratas arrasan las costas, saquean e incendian ciudades y capturan a sus habitantes para venderlos como esclavos.
La desvastación en algunos lugares fue tan completa que en muchos lugares llegó incluso a desaparecer la población. El carácter continental del imperio franco era tal que quedó demostrado en su incapacidad para organizar la defensa de sus costas contra los sarracenos como contra los normandos: el imperio no tenía defensa naval ni poseía flotas, o las que tenía eran improvisadas.

El comercio en la época carolingia se reduce a poca cosa. Monopolizado casi exclusivamente por judíos, queda reducido al transporte de toneles de vino o sal, y al tráfico prohibido de esclavos y baratijas.

Una señal clara de la decadencia del comercio está dada por la reforma monetaria

viernes, 14 de noviembre de 2014

El comercio del Mediterráneo hasta finales del siglo VIII - El orden mundial antiguo cae con el Islam

Si se observa al envejecido Imperio Romano, lo primero que uno advierte es su carácter mediterráneo. El mar es, a la vez, la garantía de su unidad política y de su unidad económica. Su existencia depende del dominio que se ejerza sobre él.

Al final el siglo III se percibe una indudable decadencia: la población disminuye y los gastos crecientes del gobierno esclavizan cada vez más los hombres al Estado. Sin embargo, el comercio siguió funcionando con vitalidad seguramente benefficiado también por la reforma monetaria realizada de Constantino basada en el solidus de oro.

De las dos grandes regiones del Imperio, el Oriente y el Occidente, la 1ª aventajaba infinitamente a la 2ª, no sólo en la superioridad de su civilización, sino también por la mucho mayor vitalidad económica.

A partir del siglo IV es en Siria y en Asia Menor donde se concentran las industrias de exportación, especialmente las textiles; cuyo mercado era el propio imperio.

La invasión de germanos, cuados, marcomanos, godos, francos, suevos y vándalos se consolida en Occidente a comienzos del siglo V y sus provincias se transforman en reinos germánicos. Los vándalos se instalan en África, los visigodos en Aquitania y España, los burgundios en el Valle del Ródano, los ostrogodos en Italia.

El objetivo era el mar, el mare nostrum. Pero no para anular el Imperio Romano sino para instalarse allí para disfrutarlo.

En medio de las luchas, de la miseria y la anarquía que acompañaron a las invasiones, la civilización se fue degradando, pero conservando una fisonomía netamente romana.
La mayoría de las ciudades romanas sobrevivieron, y la organización eclesiástica, al no sufrir casi ninguna alteración en la época de las invasiones, conservó su carácter municipal en los nuevos reinos fundados por los conquistadores germánicos.
Sus instituciones municipales no desaparecieron bruscamente, y cada ciudad siguió siendo el mercado de los campos de su alrededor. El comercio entonces siguió funcionando, y éste se explica por la existencia del tráfico mediterráneo.
Así se mantuvo desde el siglo V al VIII: la organización económica del mundo sobrevivió a su fragmentación política.

Ahora bien, el orden mundial que había sobrevivido a las invasiones germánicas no pudo hacerlo a la del Islam, que fue como un cataclismo cósmico.
En vida de Mahoma (571-632) nadie hubiese podido preverlo, pero bastaron poco más de 50 años para que se extendiese desde el Mar de China al Océano Atlántico.
Derriba al Imperio Persa (633-644), le arrebata al Imperio Bizantino Siria (634-636), Egipto (640-642), África (643-708= e irrumpe en España en el año 711.
La irrupción del Islam destruye el mundo antiguo, terminando con la comunidad mediterránea que se agrupaba a su alrededor.
El cluto del profeta sustituye la fe cristiana, el derecho musulmán al derecho romano, la lengua árabe  a la lengua griega y latina. El Mediterráneo, en lugar de unir separa a Oriente de Occidente y se rompe el vínculo que unía el Imperio Bizantino con los reinos germánicos del oeste.

La significación del pueblo hebreo en la misma época de las monarquías mesopotámicas y egipcias

Los hebreos no alcanzaron el grado de perfeccionamiento y racionalización técnica, política y administrativa de las monarquías mesopotámicas y egipcias, sin embargo de todos los pueblos orientales son ellos los que mayor y permanente significación han tenido para el futuro desarrollo histórico universal.

De sus concepciones espirituales surgieron dos religiones universales destinadas a transformarse en fuerzas de la historia universal: el cristianismo y el islamismo. 
Muchas de las ideas y creencias fundamentales de la cultura occidental tienen sus raíces en el pueblo judío:

El monoteísmo
El monoteísmo hebreo  supone la unicidad de Dios, y por lo tanto la repulsa de todo politeísmo y de los dioses nacionales. dios es universal, es el Dios de todos los pueblos y, por lo tanto, en el monoteísmo está implícita la unidad sustanciall del género humano, compatible con que Israel sea "el pueblo elegido". 
Este dios único tiene carácter personal y una configuración análoga a la humana, pues el hombre fue hecho a su imagen y semejanza.
Jahvé es omnipresente y omnipotente pero, al mismo tiempo, bueno y justo, y fuente de todo orden moral.
No es una fuerza de la naturaleza ni una divinidad arbitraria, pues sus castigos (diluvio, destrucción de ciudades, cautividad de pueblos, etc)  no tienen otro objetivo que restaurar el orden moral destruido por el pecado.

A diferencia de otras religiones orientales, no se confunde a dios con los elementos naturales, sino que son dóciles instrumentos a su servicio. Es decir que la naturaleza es un elemento distinto e inferior al hombre.

El pensamiento hebreo distingue claramente a Dios, la naturaleza y el hombre.

El descubrimiento de la historia
El hombre,en cuanto ser libre, está obligado a crear sus propias formas de vida y su propia historia. Y aunque Dios puede enderezar las acciones de los hombres, es a los hombres a quienes les corresponde decidir su destino.
La historia transcurre entre dos puntos precisos: un origen constituido por el pecado del hombre unido al designio divino de salvarlo, y un fin, constituido por el acto simultáneo del juicio final y de la salvación. Todo el período intermedio, la historia y la vida propiamente dicha, no es más que una etapa de preparación y de prueba para el último acto del drama histórico

miércoles, 17 de septiembre de 2014

El problema de la unidad/fragmentación de España a través de la mirada del historiador Pierre Vilar

En su "Historia de España" -que va desde los orígenes del pueblo español recorriendo varios siglos hasta concluir  con el final de la dictadura franquista y el ascenso de Adolfo Suárez en 1976- el historiador Pierre Vilar constata una problemática presente en todo el proceso histórico español: la lucha y las contradicciones entre el arcaismo de las regiones rurales, y la vitalidad y dinamismo de las zonas marítimas, que tiene como eje central el problema de la unidad de España, los nacionalismos regionales, la autonomía, que hasta hoy constituyen problemas aún no superados.

Este historiador pone particular énfasis en las características geográficas del territorio:

"España o goza de ningún sistema coherente de vías naturales... la Península es "invertebrada"... ha sido víctima de la impotencia excesiva que tiene en su estructura física la armazón ósea de su relieve, con daño para sus órganos de producción, asimilación, de intercambio, de vida..."

La España central carece de medios y alimenta a pocos hombres. Tiene poca comunicación con el extranjero, adaptándose con grandes retrasos a la evolución material y espiritual del mundo.

La España marítima peninsular, antítesis de la España central, es rica y dinámica. De sus puertos salió el espíritu aventurero de la conquista de oriente y occidente.

Por último, la España del litoral se aisla y fragmenta por las características propias de su relieve.

Según el autor, es a partir de los Borbones con su política progresista y renovadora, que la unidad española logra ser afirmada y hay una aparente adaptación del país al capitalismo.
Sin embargo, las reformas resultaron ser débiles frente a una realidad reforzada por una mentalidad aplastante: "las taras de la decadencia no han desaparecido... y la masa española sigue siendo más sensible a los llamamientos del fanatismo misoneísta que a las lecciones, algo pedantes es verdad, de los escritores ilustrados".

El nacimiento del capitalismo exigía que el mendigo se convirtiese en asalariado.
Esa transformación fracasa en España porque no está en "su temperamento".
En su libro ·Crecimiento y Desarrollo" analizando el "siglo de oro" español, plantea la complejidad del tema: 
"... la historia del siglo de Oro español es un apogeo del irrealismo que corresponde perfectamente a los fundamentos cada vez menos realistas de la economía y de las relaciones sociales, en una España que se había tornado parasitaria y anacrónica" (...) "una sociedad en la que abunda lo pintoresco y más amable -en algunos aspectos- que la sociedad puritana, pero que bajo otros aspectos está podrida y en todo caso condenada... desvinculada de la realidad.
La España de 1600 prefirió soñar, y en realidad fue un sueño largo que duró gran parte del siglo XVIII y XIX, despertándose (salvo honrosas excepciones) con un Imperio hacía tiempo totalmente derrumbado.

Al decir de Eduardo Galeano, España es una paradoja.
España es rica y es pobre. España tiene "las Indias", y es "Las Indias del extranjero"; España banquetea y muere de hambre.

El tema de la unidad española versus regionalismo. España negra vs España roja, se volvió a plantear durante la guerra civil de 1936.

La reacción de vascos y catalanes fue psicológicamente nacional, logrando aglutinar católicos fervientes con militantes anticlericales en torno al sentimiento  regionalista de la defensa democrática. Se trataba de un nacionalismo ligado a los intereses populares y una unidad real de las autonomías regionales y la nación.
La España negra hablaba también de nacionalismo pero éste era entendido como una unidad total, en contra de los nacionalismos locales, retomando los principios más retrógrados de la España Central, rural y atrasada, confundiendo en una unidad patria y religión.

Jaime Vicens Vives, en su "Historia de España y América" (vol IV) señala cómo en 1787 quedaban todavía:
191.161 eclesiásticos, 480.589 hidalgos, 500.000 profesionales liberales, 1.150.000 personas que vivían de rentas propias o del dinero de otro o del Estado, sin producir por sí mismos, lo que constituía un 30% de la población adulta masculina (recordemos que las mujeres no podían trabajar).

La mentalidad aristocrática queda patente cuando se analizan las razones, por ejemplo, para aspirar ser hidalgos.
Además del privilegio de quedar excluidos del servicio militar, o el derecho a no ser encarcelado por deudas y sus bienes inembargables, era por "pura vanidad": para esculpir en su puerta el blasón de su abolengo, y recibir el tratamiento de "Don".
El afán era "parecer" ilustrado, no serlo. Seguir una "onda" iluminista, diletante, sin consecuencias en la realidad.
Como ha señalado el historiador argentino Tulio Halperin: "Esa época es en España singularmente pobre en teorizaciones estrictamente políticas". "...Basta ver la sorpresa indignada con que muchos de los empedernidos lectores de Rousseau vieron la caída de la monarquía francesa, para advertir que hallaban algo de inesperado en el hecho mismo de que esas ideas que habían logrado atraer su interés tuviesen consecuencias concretas, precisamente porque las habían creído desprovistas de éstas".
El censo de 1787 que mandó a hacer Floridablanca registra un aumento de 8.800 empleados inútiles en 20 años.

Es contundente por lo solitaria la opinión de Luis Ortiz en su Memorial para que no salga dinero del Reino presentado a Felipe II:
Considerando que las materias primas de España y de las Indias occidentales son adquiridas por las naciones extranjeras por un ducado, y luego éstos manufacturan artículos que después venden al nuestro por diez o cien ducados, España están sufriendo lo que antes América con España mediante la compra de productos manufacturados con sus propias materias primas. "España está enriqueciendo a las naciones y convirtiéndose en el hazmerreir de las naciones".

La inmensa mayoría de los españoles se conformaba con ver transcurrir sus días en el estado que Dios le había colocado... y si el artesano o campesino deseaba para sus hijos un porvenir mejor, solía concebirlo bajo la forma de un puesto en los grados inferiores de la administración o del clero.

domingo, 13 de julio de 2014

Antigua Grecia: democracia ateniense

La demcracia ateniense
Atenas había logrado sobrevivir a la invasión doria sin ser conquistada, y aunque su civilización micénica se derrumbó en la crisis económica subsiguiente tan de raíz como en otros centros micénicos, logró conservar cierto dominio en la región circundante (el Ática), lográndose recuperar con más rapidez que en otras partes.
El hecho de tener un importante desarrollo con su cerámica junto a su abundancia de tierra cultivada le restó incentivo a la expansión territorial que sí impulsaron Corinto o Esparta. Atenas no envió colonias al exterior ni anexionó la tierra de sus vecinos.
En el siglo VII AC, su cerámica se ve eclipsada por la de Corinto y se da un colapso general en la economía.
En el 630 AC el Ática estaba gobernada por un grupo restringido de familias aristocráticas: EUPÁTRIDAI, los "bien nacidos", que hacían remontar su preponderancia a la época en que un rey micénico de Atenas, Teseo, había llamado a los jefes locales más poderosos del Ática para integrar su consejo. Éste, llamado AREÓPAGO, dominaba a los reyes y tenían autoridad total. En ese mismo año, se hubo un intento de tiranía a través de Cilón pero fracasó en el intento y fue ejecutado junto a sus colaboradores.
Desde el punto económico y social, los campesinos estaban vinculados a un amo más rico. Eran los "HEKTEMOROI": "partícipes de una sexta parte", tenían que pagar a su superior la sexta parte de su cosecha anual. Si no cumplían, ellos y sus familias podían ser vendidos como esclavos, y la tierra pasaba a manos de su amo.
Al mismo tiempo había un agudo problema de deudas, y según la ley, todas las deudas tenían como garantía la libertad personal del deudor. Así, entonces es que el deudor podía convertirse en esclavo.

Existen varias hipótesis respecto a las causas de una crisis en el 600 AC:

a) el empobrecimiento gradual del suelo del Ática por el cultivo intensivo que estaba alcanzando un punto peligroso
b) una serie fortuita de malas cosechas sumado a los efectos destructivos de invasiones extranjeras (el intento de tiranía apoyado desde Mégara).
c) la introducción de moneda acuñada, que facilitó el préstamo y el endeudamiento.
durante más de dos siglos, con posterioridad al 600, Atenas se mostró dispuesta a luchar por sobre todas las cosas, por el dominio de la ruta del Mar Negro.
Su objetivo no era tanto conservar su mercado sino asegurarse el abastecimiento de trigo que el sur de Rusia producía y del que pronto dependió para su subsistencia. Siempre pagó el grano con el aceite que producía.
Para el historiador N. G. Forrest ("La democracia griega") el cuadro de ruina agraria general es falso. Los beneficiarios del principiante comercio de aceite eran los agricultores. El más humilde minifundista que tuviera un olivo o dos en su finca, dada la posibilidad de cultivo mixto, con excepción de los más pobres, podrían ir cambiando el cultivo poco a poco.
Las causas del descontento en los sectores populares no eran tanto por la pobreza y las deudas, sino por la inferioridad de su condición: de que a pesar de ser atenienses pudieran ser reducidos a esclavos. Entre los ricos, el descontento era el de los nuevos ricos que se sentían superiores a la antigua aristocracia, y que acaudillaron el ataque a la monopolización del poder por los Eupátridas.

El caso de Solón es significativo.
Era un eupátrida que se había empobrecido y se había alejado de la aristocracia tradicional. Tuvo que recuperar su fortuna dedicándose al comercio.

SOLÓN
A menudo se lo presenta como un mediador entre los nobles y los plebeyos, entre ricos y pobres.
En el 594 AC, Solón fue elegido arconte (magistrado principal), y se le encomendó revisar las leyes. Hizo así aprobar la "sacudida de cargas"
Solón ataca la injusticia, la codicia, el orgullo de los príncipes: "ni os obedeceremos ni estaremos todos a vuestra disposición".
Los cambios no fueron drásticos pero más se debe a que Solón reprobaba el derramamiento de sangre que a que desaprobase el cambio.

sábado, 21 de junio de 2014

La revolución francesa: ¿una o tres revoluciones?

¿Se trata de una sola o de tres revoluciones?
En el verano de 1789 se puede hablar de tres: una revolución institucional o parlamentaria en la cumbre, una revolución urbana o municipal, y una revolución campesina.
Al menos desde el punto de vista pedagógico, esta presentación puede resultar útil.
Acontecimientos que ocurren:
- la toma de la Bastilla el 14 de julio
- la muerte del intendente de la generalidad de París, Bertier de Sauvigny
- la marcha de mujeres y hombres de París a Versalles en octubre, en respuesta a las amenazas de la reacción para hacer regresar a la familia real.

Se trataba de un programa que unía la reivindicación política a la reivindicación económica.
A partir de esta serie de acontecimientos se puede ver cuál era el nexo entre la revolución parlamentaria en la cúspide (en la Asamblea Nacional) y la revolución popular en la calle.
Gracias a la intervención popular (urbana) la revolución parlamentaria pudo materializar sus éxitos.
El levantamiento en el campo tras los levantamientos de 1789 se extendieron en muchas regiones, constituyendo una ola antinobiliaria en la que a menudo ardían los castillos, aunque raramente fue sangrienta.

El período entre fines de 1789 a principios de 1791 se presenta como la oportunidad que tuvo la burguesía para alcanzar su objetivo: el compromiso por el cual las élites, antiguas y nuevas, se habrían puesto de acuerdo a fin de sentar las bases de la sociedad moderna.
Entre 1791 y la caída de la monarquía, el 10 de agosto de 1792, la marcha revolucionaria cambió de rumbo.
Los historiadores F. Feuret y Richet han propuesto el tema del "patinazo" de la revolución francesa.
Para ellos, la intervención de las masas populares urbanas o rurales en el curso de una revolución liberal que en lo esencial había logrado sus objetivos, escapaba al orden de las cosas. El miedo exagerado de una contrarrevolución apoyada por un "complot aristocrático", había despertado los demonios de los miedos populares y había acelerado la revolución.
Más allá de que según Michel Vovelle no se puede subestiamar la acción de la contrarrevolución, hay que considerar también  que el resurgimiento del malestar económico contribuyó a que se renovara la movilización.
Jérôme Pétion, alcalde de París decía: "La burguesía y el pueblo unidos han hecho la Revolución. Sólo su unión puede conservarla".
Pero, ¿de qué unión se trataba?
Para líderes como Robespierre y Marat, esta condición de supervivencia era mucho más que una alianza de conveniencia. Por el contrario, los brissotins sólo veían en ella una necesidad sufrida con impaciencia pues no compartían sus aspiraciones sociales ni económicas, y se abrirá entre ellos un abismo acelerado con la guerra
La revolución jacobina
En la primavera de 1792, cuando el mismo Pétion que hablaba de la unidad del pueblo y la burguesía sale a decir "Vuestras propiedades están en peligro" tras la caída de la monarquía, lo que está diciendo es que la sublevación popular está poniendo en peligro la propiedad burguesa.
En ese momento entonces se produce una división en la burguesía: para unos, el mayor peligro era la sublevación social, y era fundamental volver a instaurar el orden como necesidad básica.
Para otros en cambio, importaba la defensa de la revolución contra el peligro del retorno aristocrático, y habia que negociar con la movilización popular y dar satisfacción a algunas de sus reivindicaciones.

De las sans-culotterie, organizadas en el marco de asambleas o sociedades populares surgieron muchos líderes donde la heterogeneidad era la norma. Estaban los "enragés", los exaltados: Varlet, Lecrerc, Jacques Roux, fuertemente reprimidos; y también los hebertistas, en torno a Hébert, Chaumette y la Comuna de París, pero no se constituían como grupo de pensamiento ni de acción. Lejos estaban de constituirse como vanguardia revolucionaria.

Libertad, Igualdad... Se ha tratado de completar la célebre tríada agregándoles la Fraternidad. Pero la fraternidad vivida, la que proclama al menos el deber de asistencia a los más desprotegidos y el derecho a la vida, en tanto capaz de limitar el derecho de propiedad, no formó parte de los sueños de la democracia jacobina. Libertad, igualdad, seguridad y propiedad... he aquí los principios que constituyen más netamente la continuidad de los valores burgueses restablecidos en el año III.



lunes, 26 de mayo de 2014

Siglo XVIII. España. Despotismo ilustrado. Política demográfica de los Borbones. La nobleza española

Convencidos de que una nutrida población era la base de la riqueza del país y de que en ella debían descansar sus ambiciones políticas, los Borbones dictaron varias medidas conducentes a incrementar el nivel demográfico de España.
Se ofrecieron premios a la natalidad sobre todo a matrimonios jóvenes, se eximieron de impuestos a jefes de familia con una prole numerosa (12 o más hijos y nietos), se dieron facilidades a extranjeros para establecerse en España y naturalizarse, con la única salvedad de que profesasen la religión católica. Así fue que no pocos irlandeses, bávaros, flamencos, suizos, franceses que poblaron las filas de Reales Ejércitos y de la Administración, así como también ocuparon puestos de trabajo en las manufacturas, el comercio y en la agricultura.
En el siglo XVIII España no estaba menos despoblada que otros países europeos, aunque no podía equipararse en densidad demográfica ocn Francia, italia e Inglaterra.

Distribución social en el siglo XVIII:
Reducida a 1/3 del total la población masculina notoriamente útil, la composición social era la siguiente en 1787:
Nobles - 15%
Eclesiásticos - 5%
Militares - 2%
Empleados de la administración pública - 1%
Artesanos y comerciantes . 10%
Campesinos - 60%
Criados y domésticos - 7%

La nobleza española
En 1789 la nobleza española se hallaba representada por 119 "grandes", 535 títulos de Castilla y medio millón de hidalgos aproximadamente. O sea que de cada 20 habitantes del país, uno era noble.

Los "grandes" eran llamados "primos" por el rey, integraban el cortejo real y ocupaban los más elevados cargos del palacio y otras delegaciones representativas de la autoridad real. Por ejemplo, eran embajadores o virreyes.
Teóricamente había tres clases de grandeza:
Pertenecían a la 1ª, los de creación más antigua, como los Duques de Arcos, Béjar, Infantado... Los Condes de Aguilar y Benavante. Aunque Manuel Godoy fue de una vez Grande de 1ª porque así lo quisieron Carlos IV y María Luisa de Parma.
Pertenecían a la 2ª: las familias nobles de Castilla y Aragón que obtuvieron tratamiento de Grandes bajo los Austrias, como los Duques de Medinaceli.Los títulos de Castilla eran en general los barones, vizcondes y marqueses.
Pertenecían a la 3ª - Los Grandes de España de más reciente creación.

Los titulados tenían el tratamiento de usía ("vustra señoría").
Prestaban juramento al heredero del trono de mano de los Grandes, quienes a su vez lo prestaban al rey.
Respecto al tema de la herencia, a falta de varones, la hija mayor llevaba el título a casa de su marido.
La concesión de títulos nobiliarios otorgaba al monarca un medio de recaudar dinero, ya que el beneficiario abonaba una cantidad equivalente a 6 meses de sus réditos y se inscribía en las listas de la nobleza para pagar el impuesto de lanzas.

Los hidalgos eran los nacidos de legítimo marimonio de padre hidalgo. Sin embargo, el soberano podía crear hidalguías o legitimar las de procedencia dudosa. 
La aspiración a la hidalguía estaba muy extendida entre los españoles por pura vanidad y también para gozar de sus privilegios:

  • están excluidos de hacer el servicio militar
  • no podían ser encarcelados por deudas
  • su casa, caballos y armamento eran inembargables por delitos criminales; solo el Alguacil mayor de la audiencia podía detenerlo.
  • podían esculpir en la puerta de su casa el blasón de su abolengo y recibir de todos el tratamiento de Don.
La aristocracia española mantenía en el '700 su tradicional influjo sobre la sociedad, a través de sus jurisdicciones y señoríos, y bajo la garantía económica de sus mayorazgos y vinculaciones civiles. Pero la fuerza social de la nobleza no significaba ningún poder político directo, por más que los monarcas absolutos la utilizasen para determinados menesteres del gobierno o de la administración y, desde luego, su presencia en palacio fuese indispensable para el esplendor de la corte.

La nobleza española le daba mucha importancia a la educación porque tenía una mentalidad exacerbada de formar una clase aparte, muy por encima del pueblo.
Felipe V había fundado en 1725 el Seminario de Nobles bajo el cuidado de la Compañía de Jesús que instruía en latinidad, retórica, matemática, física, arte, náutica y lo más nuevo en pedagogía.
El el siglo XVIII en España cuajó el tipo de noble aficionado a la cultura y, sobre todo, admirador de los adelantos científicos y a veces, él mismo investigador aficionado.
El más famoso fue el marqués de Peñaflorida, fundador de la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, que introdujo en el Real Seminario de Vergara la enseñanza de la química y de las ciencias aplicadas.
El afán de aparecer como ilustrado fue bastante generalizado entre los nobles durante los reinados de Fernando VI y Carlos III.

Paralelamente a esta filosofía aristocrática, se dio en España una ola de anticlericalismo y de escepticismo religioso entre las clases altas (bastante menos que en otros países europeos).
La afición a las sociedades secretas era muy corriente entre algunos nobles, quienes retenían libros irreligiosos e inmorales, estampas y grabados licenciosos y pinturas obscenas, importados casi siempre de Francia. 
El conde de Aranda fue el primer gran masón español.
Esta relajación se acentuó a medida que el afrancesamiento fue extendiéndose a círculos menos secretos de la aristocracia española. Entonces se produjo, por reacción, un fenómeno curioso: la imitación por los nobles de las clases bajas de la sociedad, interpretando el gesto como símbolo de españolismo.
Se da entonces el "achabacamiento" de la alta sociedad, que juega a imitar el proceder de los barrios bajos, a reírse y celebrar los chistes de la clase ordinaria, a disfrazarse de chulo.
La duquesa de Alba por ejemplo, fue retratada por Goya como "maja", mujer popular que se engalana para que la miren.

Examinando Dupréel de un modo general el problema de la inmovilidad cultural, le señala una doble raíz: la tendencia al mínimo esfuerzo y un sentimiento de superioridad. No se quiere cambiar porque se cree estar en posesión de la verdad.

Hubo en la España de los primeros Borbones unos sectores francamente deadentes y anquilosados y otros que mostraron vitalidad y capacidad de renovación, pero el conjunto produce una impresión opaca, gris.

La mendicidad en la época de los Borbones
Lejos de significar una deshonra, era una práctica muy extendida en la España de aquel tiempo. Los conventos la fomentaban indirectamente con la distribución de alimentos a los menesterosos y viandantes.
Los frailes de San Francisco o de Santo Domingo, pertenecientes al fin y al cabo a las Órdenes mendicantes, recorrían las ciudades y los pueblos españoles en busca y solicitud de limosnas, ofreciendo como recuerdo un relicario, una virgen de cobre o madera o un Cristo.

La mentalidad del estamento eclesiástico
Una inclinación natural, producto de un sentimiento místico colectivo, tanto como un cierto desgano para el trabajo mecánico, empujaba a los españoles a abrazar el estado eclesiástico desde siempre, seguramente por la relativa facilidad con la que se podía

jueves, 15 de mayo de 2014

La revolución francesa. Las características de la sociedad durante el Antiguo Régimen

La revolución francesa constituye, junto a las revoluciones holandesa e inglesa del siglo XVII, la coronación de una larga evolución económica y social que hace de la burguesía la dueña del mundo.
Según Marx y Engels, los medios de producción sobre los que se había edificado el poder de la burguesía se crearon y desarrollaron en el interior mismo de la "sociedad feudal".
A fines del siglo XVIII, el régimen de propiedad, la organización de la agricultura y de la manufactura no correspondían ya a las fuerzas productivas en pleno desarrollo y constituían una serie de obstáculos para la producción.

¿Cómo era Francia en 1789, en el Antiguo Régimen?


La sociedad era de esencia aristocrática, con base en el privilegio del nacimiento y la riqueza territorial.
Pero esta estructura tradicional estaba minada por la evolución de la economía, donde cada vez era más importante la riqueza mobiliaria y con ella el poder de la burguesía.
Además, el conocimiento positivo y la filosofía de la Ilustración minaron los fundamentos ideológicos del orden establecido.
Las clases populares, campesinas fundamentalmente, no eran capaces de concebir cuáles eran sus derechos y el poder que podían llegar a tener, y la burguesía se les presentaba naturalmente, por su riqueza y su brillo intelectual, como la única guía.

La monarquía, con poder absoluto, continuaba siendo de derecho divino y el rey de Francia era considerado el representante de Dios en la tierra.
Si Luis XIV había llevado el sistema monárquico a un grado de autoridad jamás alcanzado, no había hecho de este sistema una construcción lógica y coherente.
¿Por qué?
- Porque la unidad nacional continuaba inacabada
- el crecimiento demográfico y el alza de precios intensificaron las tensiones, agravando la crisis.

La población de Francia paso de 19 millones de habitantes a fines del siglo XVII, a 25 millones de habitantes en vísperas de la revolución.
Entretanto, a modo comparativo, Inglaterra tenía una población de 9 millones, y España de 10,5.
La media de vida eran los 29 años poco antes de la revolución.
Este crecimiento demográfico se debía, además de una alta tasa de natalidad, al hecho de que habían desaparecido las grandes crisis por hambre y epidemias.
Este desarrollo demográfico aumenta la demanda de productos agrícolas y contribuye al aumento de precios.

El origen de los tres estamentos se remonta a la Edad Media:

- el clero - los que rezan; el estamento más antiguo
- La nobleza - los que combaten
- El tercer estado - los que trabajan

La formación del 3º Estado fue lenta.
En un principio figuraban sólo los burgueses, es decir los hombres libres de las ciudades que gozaban de un fuero o una carta.

Los campesinos integran  por primera vez este estamento en 1484, en la elección de los diputados de ese orden.
Voltaire define los órdenes como "naciones dentro de la nación".

¿Los estamentos eran clases sociales?
No, porque cada uno de ellos estaba dividido en grupos más o menos antagónicos.

El Tercer Estado:
Representaba a la inmensa mayoría de la población, a más de 24 millones de habitantes en los finales del Antiguo Régimen.

Estaba integrado por:
- las clases populares del campo y las ciudades
- la pequeña y mediana burguesía: los artesanos, comerciantes y quienes ejercían profesiones liberales
- la alta burguesía

El Tercer Estado constituía un estamento pero no una clase.
La unidad del Tercer Estado se sustentaba en base a la oposición contra los privilegios, y la reivindicación de la igualdad civil.

La burguesía, ocupaba por su riqueza y su cultura, el primer puesto en la sociedad, algo que estaba en contradicción con la existencia de los estamentos privilegiados. Y constituía una minoría dentro del Terer Estado.

Francia a fines del siglo XVIII seguía siendo agrícola, y desde el punto de vista industrial era un país de artesanos. El crédito estaba poco extendido, y el dinero circulante era escaso.


Estas características repercutían en la composición social de la burguesía: