viernes, 14 de noviembre de 2014

El comercio del Mediterráneo hasta finales del siglo VIII - El orden mundial antiguo cae con el Islam

Si se observa al envejecido Imperio Romano, lo primero que uno advierte es su carácter mediterráneo. El mar es, a la vez, la garantía de su unidad política y de su unidad económica. Su existencia depende del dominio que se ejerza sobre él.

Al final el siglo III se percibe una indudable decadencia: la población disminuye y los gastos crecientes del gobierno esclavizan cada vez más los hombres al Estado. Sin embargo, el comercio siguió funcionando con vitalidad seguramente benefficiado también por la reforma monetaria realizada de Constantino basada en el solidus de oro.

De las dos grandes regiones del Imperio, el Oriente y el Occidente, la 1ª aventajaba infinitamente a la 2ª, no sólo en la superioridad de su civilización, sino también por la mucho mayor vitalidad económica.

A partir del siglo IV es en Siria y en Asia Menor donde se concentran las industrias de exportación, especialmente las textiles; cuyo mercado era el propio imperio.

La invasión de germanos, cuados, marcomanos, godos, francos, suevos y vándalos se consolida en Occidente a comienzos del siglo V y sus provincias se transforman en reinos germánicos. Los vándalos se instalan en África, los visigodos en Aquitania y España, los burgundios en el Valle del Ródano, los ostrogodos en Italia.

El objetivo era el mar, el mare nostrum. Pero no para anular el Imperio Romano sino para instalarse allí para disfrutarlo.

En medio de las luchas, de la miseria y la anarquía que acompañaron a las invasiones, la civilización se fue degradando, pero conservando una fisonomía netamente romana.
La mayoría de las ciudades romanas sobrevivieron, y la organización eclesiástica, al no sufrir casi ninguna alteración en la época de las invasiones, conservó su carácter municipal en los nuevos reinos fundados por los conquistadores germánicos.
Sus instituciones municipales no desaparecieron bruscamente, y cada ciudad siguió siendo el mercado de los campos de su alrededor. El comercio entonces siguió funcionando, y éste se explica por la existencia del tráfico mediterráneo.
Así se mantuvo desde el siglo V al VIII: la organización económica del mundo sobrevivió a su fragmentación política.

Ahora bien, el orden mundial que había sobrevivido a las invasiones germánicas no pudo hacerlo a la del Islam, que fue como un cataclismo cósmico.
En vida de Mahoma (571-632) nadie hubiese podido preverlo, pero bastaron poco más de 50 años para que se extendiese desde el Mar de China al Océano Atlántico.
Derriba al Imperio Persa (633-644), le arrebata al Imperio Bizantino Siria (634-636), Egipto (640-642), África (643-708= e irrumpe en España en el año 711.
La irrupción del Islam destruye el mundo antiguo, terminando con la comunidad mediterránea que se agrupaba a su alrededor.
El cluto del profeta sustituye la fe cristiana, el derecho musulmán al derecho romano, la lengua árabe  a la lengua griega y latina. El Mediterráneo, en lugar de unir separa a Oriente de Occidente y se rompe el vínculo que unía el Imperio Bizantino con los reinos germánicos del oeste.

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